Los encierros y las novilladas

Las ganaderías crían toros para ser lidiados en los diferentes festejos taurinos que existen. En el caso de la ganadería de Juan Vicente Mora son los encierros camperos y las posteriores novilladas los principales festejos en los que se anuncia, la mayoría de ellos en los pueblos de las serranías de Teruel, Cuenca y Guadalajara.

Estos festejos taurinos son importantísimos. Por un lado mantienen vivas tradiciones festivas y culturales desde hace siglos

Los encierros a caballo mantienen la esencia de cuando antaño no existían los camiones ni trenes y los toros eran trasladados de las ganaderías a las plazas a pie.

Por otro lado estas fiestas con toros mantienen vivos a numerosos pueblos que la despoblación casi ha destrozado. Pueblos que durante todo el año albergan a unos pocos vecinos pero que en día de toros los visitantes pasan de miles, además de atraer a sus veraneantes durante la época de vacaciones.

Estos festejos sirven de vertebración del territorio, atraen economía y mantienen encendida la luz de un territorio vaciado. 

El día de encierro empieza antes de salir el sol. Ganadero y vaqueros agrupan a los novillos y a los bueyes (esto se denomina “hermanar”). A través de los cabestros dirigirán el camino por donde deban ir los novillos.

Las reses bravas junto con los bueyes y caballistas saldrán del punto de partida (que suele ser la propia ganadería) camino del pueblo a donde deberán lidiarse por la tarde. Cruzarán el monte al paso, sin agobiar a los animales a que vayan más rápido de lo que quieren ir, procurando que no se “enfaden” y que no se salgan del camino que se les marca.  

Antes de finalizar el recorrido, y en una zona acordada, se para el encierro para almorzar. Debe ser un lugar en el que los animales estén relajados, a ser posible con agua para que puedan abrevar.

Caballistas, aficionados, vecinos… se reúnen para reponer fuerzas y planificar el final del encierro, que es la parte más comprometida, ya que se llega al pueblo y son miles las personas las que están esperándolo.

Cuando se llega al pueblo, el recorrido termina en un vallado con forma de embudo llamado “manga”. Desemboca en la plaza de toros. 

En cuanto los animales entran en el vallado, los caballistas azuzan a los bueyes con voces para animarles a comenzar una carrera a gran velocidad.

Además, los más valientes esperan este momento para correr delante de la manada hasta llegar a la plaza de toros.

Se anima a los animales a correr a más velocidad para asegurar que no se dan la vuelta (en el argot taurino se denomina “volverse”). Si fueran más lentos, al paso, los animales bravos podrían despistarse con los estímulos que tienen a su alrededor y sería peligrosísimo. Los toros de lidia se arrancan a embestir a los estímulos que se mueven… y hay miles de personas viendo el encierro.   

Tras el encierro, los novillos se alojan en unos compartimentos de los corrales de la plaza llamados “toriles”. Son unos habitáculos en los que cada animal espera de manera independiente hasta la hora de la novillada.

Los bueyes se sacan al monte para que regresen hasta el lugar donde ha salido el encierro

Por la tarde se lidian los novillos en lo que se conoce como “becerrada” o novillada sin picadores.

Llevar los novillos desde la ganadería hasta la plaza de toros de los pueblos es una tradición centenaria que todavía se conserva en algunos pueblos y que en la serranía de Teruel y Cuenca suponen el festejo más importante de sus celebraciones festivas.

Antiguamente era el único recurso para trasladar los toros hasta las plazas ya que no existían los camiones. 

Con la aparición del ferrocarril y los cajones, los animales se transportaban en ellos hasta las plazas más importantes, y luego con el camión ya prácticamente desapareció este modo de traslado a pie.

Gracias a los pueblos serranos aún se mantiene esta forma de vida.   

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